Si analizamos el significado de la palabra “impuesto” implica imposición, coacción o confiscación sobre algo o sobre alguien, mientras que el término “solidaridad” sugiere un comportamiento benéfico y voluntario hacia otros.
Pero pretender que algo que nos sea impuesto con coacción sea argumento para los recaudadores de que se transforma en solidario, suena a “ te quito algo a ti para dárselo a otros “.Por una parte se me confiscan parte de mis ganancias y el recaudador examina las necesidades de otros y reparte. Y por otra, yo ni siquiera sé si tengo capacidad económica para ayudar, o estoy entre los que deberían ser ayudados.
Por mucho que hablemos con el recaudador, siempre será la misma respuesta genérica: para los gastos públicos y sociales del país- Seguramente omitirá los políticos, los militares, los destinados al culto, los de dietas de funcionarios... y un largo etc., que mejor vale olvidar para no acabar con una angina de pecho en el intento al examinar minuciosamente esa lista de despropósitos.
El recaudador dirá que son precisas carreteras, hospitales, autopistas ( que dicho sea de paso, en Catalunya son de pago ) y un largo etcétera, que yo puedo entender que son necesarios pero no por mi solidaridad, sino por obligación impuesta a la gran mayoría de ciudadanos; y digo gran mayoría porque siempre hay quien se escapa de los impuestos por la tangente, y hace que cada día el rico sea más rico y el pobre más pobre.
Hay conceptos que son el caballo de batalla para lograr elevar la tributación. Se centran en tocar la fibra sensible del corazón de todos para volver a los contribuyentes en unos ciudadanos que ejerzan la “caridad”, “solidaridad”, “responsabilidad social” y otros…
Sin embargo el concepto primordial para el ejercicio de los valores es el de libertad. La libertad implica la posibilidad de hacer o dejar de hacer. La posibilidad de escoger una forma u otra de satisfacer las necesidades, inclinaciones, gustos y hasta caprichos. La libertad implica una decisión individual, sin intromisión ni coerción de ninguna persona o ente. De tal manera que cualquier valor que ejerza en mi vida, cualquier valor que usted hace suyo, lo será únicamente cuando existe esa libertad por la cual usted ha escogido cumplir o no, incluyendo MI SOLIDARIDAD, no la del Estado.
El nivel de tributación en un país está atado al costo de vivir en sociedad. No a la solidaridad de las personas, pues las personas serán solidarias únicamente cuando no estén sujetas a sanciones. Si hay una sanción se está frente a un instrumento coercitivo. La coacción anula el ejercicio de un valor. De esa cuenta no se puede pretender que la gente pague impuestos porque es “caritativa” o “solidaria”. Paga porque está obligado y debe hacerlo, sin más.
Después de ver en televisión un spot publicitario que puso en circulación la Hacienda Española durante la campaña de 2010, todavía me sentí más indignado por esas definiciones.
El spot parte de la base, de la insolidaridad del defraudador de impuestos, comparándola con la solidaridad del ciudadano que paga sus impuestos y contribuye a la realización del gasto público, a conseguir y disfrutar nuestro ansiado estado de bienestar. La asociación es genial, el país ha evolucionado por la materialización del gasto público, que los ciudadanos solidarios han pagado vía impuestos. Lo que no explica el spot es que se invertirá y en todo caso ese gasto público y ya vemos como va en todas las administraciones.
De risa… o para echarse a llorar, estoy en duda. Yo soy catalán de nacimiento y español de registro para mis impuestos, que además los pago, todos los que me corresponden, y con el agravante que no puedo defraudar, que es una opción que si tienen otros ciudadanos.
Pagar impuestos es un imperativo legal, no ético o moral, con lo cual no pagar impuestos es incumplir la ley tributaria que te afecta desde que naces, y que yo sepa, la solidaridad es una cuestión voluntaria, motivada por nuestros propios principios éticos o morales, no por ninguna ley (al menos hasta hoy).
Yo no me siento orgulloso de pagar impuestos, ni más solidario. Es más cuando llega la campaña de la renta y veo mi “cuota a pagar”, me dan ganas de gritar de rabia y de impotencia… pero no hay más remedio que hacerlo así, por la organización social que tenemos, no por otra cosa, y no me considero ni más solidario ni menos, que otro que engañe a Hacienda, y no lo pillen.
El pago de impuestos nunca fue ninguna medida de solidaridad ciudadana, nadie concurre voluntariamente a dejar parte de sus ingresos en la Administración de Hacienda. Es una medida coercitiva que se cumple por lo general de mala voluntad. No conozco a nadie que se haya sentido triste porque hayan bajado en algunas décimas alguna carga impositiva, y sí como se critica de manera general cuando los impuestos suben.
El derecho del Estado para recaudar impuestos se basa en tres principios muy discutibles de ética social, y que pretende ser “proteccionista” para el ciudadano según nos dicen muy vehementemente:
1º) El bien común. Para que el Estado pueda cumplir su misión de procurar el bien común, son necesarios ciertos recursos económicos que faciliten las condiciones sociales, que hagan posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros, el logro más pleno y más accesible de su propia perfección. Los impuestos son un deber de todo miembro de la sociedad.
1º) El bien común. Para que el Estado pueda cumplir su misión de procurar el bien común, son necesarios ciertos recursos económicos que faciliten las condiciones sociales, que hagan posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros, el logro más pleno y más accesible de su propia perfección. Los impuestos son un deber de todo miembro de la sociedad.
2º) La solidaridad humana. Los impuestos no son el única ni necesariamente el mejor medio para concurrir a la solidaridad, pero -bien administrados- es un medio idóneo para su aplicación por el Estado.
3º) El acceso universal al uso común de los bienes; ya que se dan de hecho excesivas desigualdades económicas y sociales por lo cual es necesario que de alguna manera el Estado aplique una redistribución más justa.
Y añaden:
Los impuestos correctamente aplicados, posibilitan la solución de estas exigencias éticas, pues mediante contribuciones adecuadas a la capacidad de cada ciudadano, el Estado promueve servicios para todos, subvenciona iniciativas sociales e impulsa el desarrollo nacional e internacional.
Pero estos derechos y obligaciones que nos impone el estado nos lleva a reflexionar también, que la obligación de pagar impuestos que sean injustos es una obligación de conciencia personal o comunitaria.
Pero estos derechos y obligaciones que nos impone el estado nos lleva a reflexionar también, que la obligación de pagar impuestos que sean injustos es una obligación de conciencia personal o comunitaria.
Eso se da cuando los impuestos exceden excesivamente las exigencias del bien común; cuando no son proporcionados a las capacidades de cada contribuyente, o no son repartidos equitativamente; o por el despilfarro administrativo de los fondos tributarios, o por ser objetivamente injustos.
Volviendo a la solidaridad, vemos habitualmente que cuando el Estado quiere subir los impuestos, nuestros políticos se amparan en la misma para aumentarlos.
Volviendo a la solidaridad, vemos habitualmente que cuando el Estado quiere subir los impuestos, nuestros políticos se amparan en la misma para aumentarlos.
Supuestamente, en un país democrático, los impuestos que pagan los que más tienen se utilizan para dar servicios gratuitos a los que menos tienen. El objetivo podemos entender que es solidario y contribuye a una mejor distribución de las riquezas pero la corrupción de los que tienen el poder de darle otro destino a ese dinero haga que no siempre sea así.
Por tanto, una política fiscal justa debe perseguir que el peso de los impuestos no recaiga sobre los que menos tienen y que se reduzcan las desigualdades y para ello solo hay que tener voluntad política.
Los impuestos indirectos, normalmente sobre el consumo afectan esencialmente a los más necesitados, porque cuando el más débil va a comprar una barra de pan paga el mismo impuesto que el más adinerado banquero, pero su sacrificio es mucho mayor ya que el importe del impuesto es igual para ambos.
A quién se le deberían gravar los impuestos? ¿Cómo hacerlo sin perjudicar la economía individual y del país, es decir, a todos? Es muy difícil pretender de forma sincera gravar a los más ricos, aceptando que hay una parte de la sociedad con rentas en paraísos fiscales fuera de España, lo cual enturbia aún más el concepto solidaridad aplicado por el estado. Yo no me considero insolidario ya que no tengo duda alguna de que la condición de ciudadano va unida a la de la obligación de pago de mis impuestos, pero no lo hago por solidaridad.
Por solidaridad y según su conciencia, uno decide libremente dedicar tiempo y dinero a cualquier proyecto cultural, social, ambiental que sea de su interés o participar en el envío de dinero o material de primera necesidad a aquellos afectados por enfermedades, terremotos, inundaciones, o bien a poblaciones de países en desarrollo, etc., o hace una donación de sangre a los hospitales, o ropa para que la distribuyan entre aquellos que lo están pasando peor. Por solidaridad, uno participa en una ONG. Por solidaridad, se pueden hacer muchas cosas, pero incluir las obligaciones fiscales en este apartado es una barbaridad.
Nadie paga ni un solo impuesto por solidaridad con los demás, no seamos bobos. Pagamos nuestros impuestos la mayoría por obligación y la minoría por sentido cívico. Pagamos por interés en que los servicios públicos funcionen bien, en que existan unos mínimos de protección que estén asegurados, en que la base material de la cohesión social sea firme y sólida. Pero no debemos nunca confundir el dar libremente con el contribuir por mandato legal.
A partir de esta premisa, tengo la obligación como ciudadano de discutir la mayor o menor fiscalidad que quiere aplicar el Gobierno de turno, es mi derecho, porque la presión-represión fiscal en España empieza desde niño, ver:
Nadie paga ni un solo impuesto por solidaridad con los demás, no seamos bobos. Pagamos nuestros impuestos la mayoría por obligación y la minoría por sentido cívico. Pagamos por interés en que los servicios públicos funcionen bien, en que existan unos mínimos de protección que estén asegurados, en que la base material de la cohesión social sea firme y sólida. Pero no debemos nunca confundir el dar libremente con el contribuir por mandato legal.
A partir de esta premisa, tengo la obligación como ciudadano de discutir la mayor o menor fiscalidad que quiere aplicar el Gobierno de turno, es mi derecho, porque la presión-represión fiscal en España empieza desde niño, ver:
y sobre todo conocer la forma como las administraciones gastan los recursos públicos, extremo que constituye el debate más interesante y pertinente en todas las sociedades avanzadas.
Apelar a la solidaridad para vender una subida de impuestos es una forma bastante tosca de chantaje moral que, sobre todo, elude la palabra que en realidad define el problema: justicia. Queremos contribuir lo que en justicia corresponda, pero no nos gusta que nos tomen el pelo.
Jordi M.
Apelar a la solidaridad para vender una subida de impuestos es una forma bastante tosca de chantaje moral que, sobre todo, elude la palabra que en realidad define el problema: justicia. Queremos contribuir lo que en justicia corresponda, pero no nos gusta que nos tomen el pelo.
Jordi M.
Interesante artículo, aunque yo iría más allá, para mí los impuestos son un robo: https://clubcashflow.es/los-impuestos-un-robo-consentido/
ResponderEliminarPor cierto, el enlace al portal de adoctrinamiento ha cambiado, ahora es este: http://www.agenciatributaria.es/AEAT.educacion/HomeEducacion_es_ES.html