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viernes, 7 de octubre de 2011

MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES (Fiesta del Aire)

El pasado domingo, sobre el mediodía, salí a pasear como tengo por costumbre. No tardé mucho rato en darme cuenta de que estaba ocurriendo un fenómeno extraño e inusual en el barrio. Mi barrio es el Poblenou que es, a todas luces, el barrio más tranquilo de Barcelona.

Las calles estaban concurridas por demás. La gente andaba muy deprisa, algunos corrían y otros, los menos, hasta jadeaban al hacerlo. Pero todos lo hacían en la misma dirección, como si escapasen de algo. Como si los inspectores de Hacienda les estuviesen persiguiendo sin darles ninguna clase de tregua. Como casi siempre suele ser.

Me detuve a observar, para ver si podía enterarme de lo que ocurría, no se hubiese dado el caso de un nuevo dieciocho de julio, aunque estemos en octubre, o se tratase de una inesperada invasión alienígena. !Y yo sin enterarme y que el evento me pillase en calzoncillos!

Me resguardé en un portal y de vez en cuando, si alguien se paraba para coger resuello, asomaba la cabeza y podía oír algunas palabras sueltas e inconexas, como por ejemplo:

!Corra abuelo, que ya vienen! !Niño, deja ya de jugar y espabila! !Venga, moveos más deprisa que ya llegan! !Que ya están aquí! Además de otros comentarios apremiantes y de idéntico cariz.

Por mi mente pasaron, en breves instantes, dramáticas imágenes que había visto en mil y una películas, como los bombardeos de Guernica, el desembarco de Normandía, la bomba de Hiroshima o máquinas gigantescas, provistas de tres pies, que lanzaban rayos y se cargaban a la gente, además de un largo etcétera de dantescas y alucinantes visiones.

De repente, un ruido atronador me sacó de mis pensamientos. Éste, era producido por una escuadrilla de cazas de combate a reacción, seguidos de otros artefactos propios de los años treinta y cuarenta. Todos ellos volaban a escasos metros del suelo - !Ya están aquí! - me dije yo también - !Ya la tenemos liada! !La que se nos viene encima va a ser parda! - al ver que también eran usadas aquellas viejas y antiguas piezas de museo. Los aviones se dirigían hacia la playa. Entonces mis pensamientos se fueron hacia otros derroteros - ¿Invasión extraterrestre? !Difícil lo veo! ¿Otro dieciocho de julio y por el mar? !Imposible! !Más lógico sería que viniese por carretera y desde el centro!

Entonces mi pensamiento se fue hacia algo más lógico. Me imaginé una imponente flota de pateras y cayucos, que emulando la invasión del siglo VIII y enarbolando, al igual que entonces, el estandarte de la media luna, sin que se tratase de la Cruz Roja Árabe, desembarcaban en las playas de Barcelona para su conquista. Y pensé para mis adentros !Si que se lo han cogido fuerte y con ganas ésta vez! !Si que debe de estar jodido el tema en su tierra, para que aquí, recogiendo chatarra y desperdicios, pese a percibir algunas subvenciones varias, crean que van a estar mejor que en su tierra! - y cerré mis pensamientos para abrirme a la realidad tangente.

Lo que ocurría es que se estaba celebrando la Fiesta del Aire de Barcelona y la gente corría apresurada para poder encontrar un sitio en la playa, ya que ésta es bastante pequeña, pues tan solo cuenta con cuatro kilómetros de largo. Por lo cual, a la que hay más de una cincuentena de personas, en ella, se hace bastante difícil el poder tener acceso.

El ruido de los aviones, fuesen reactores o no, crecía por momentos hasta alcanzar unos límites prácticamente ensordecedores, en total desacuerdo y contradicción con las Ordenanzas Municipales del Medio Ambiente, que regulan los decibelios permitidos en la ciudad de Barcelona y totalmente en contra de las normas de seguridad, a seguir por cualquier avión que sobrevuele sobre una población. De lo cual se desprende que hasta el propio Ayuntamiento, cuando le interesa, es un infractor nato y consumado.

Pero las autoridades, sean del ámbito administrativo y político que sean, además de tener sobre el pueblo algo muy parecido al derecho de pernada, siempre le han dado a éste pan y circo. Ahora ya no están en disposición de poder seguir dándole el pan, porqué ellos se lo han comido todo y la harina que queda la tienen acaparada y a buen recaudo, pero siguen dándole el circo, por no decir que le están dando otra cosa bastante más indecorosa.

Viendo la vorágine de gente que, presurosamente, acudía a la playa para no perderse un ápice del espectáculo que, en la creencia de que era totalmente gratuito, iban a ver, no siendo yo persona a la que gusten las aglomeraciones y estando ya próximas las dos de la tarde, opté por entrar en un bar de la zona, situado frente al Cementerio de Poblenou, el cual frecuento de vez en cuando, para escapar del ensordecedor ruido que producía el espectáculo y que me traía bastante más que frito.


Ya dentro del establecimiento, que se encontraba a rebosar de gentes procedentes del citado circo, y mientras disfrutaba saboreando una fría cerveza, entró en el local un viejo conocido del barrio, que además había sido compañero mío de la escuela, el cual al verme, vino directo hacia mí y para entrar en conversación, tras saludarme muy amablemente, me dijo – Hola Manel, no vas tú también a disfrutar de la Fiesta del Aire – Yo, tras responderle el saludo y decirle que me alegraba mucho de verle, sin pérdida de tiempo, le respondí – Apreciado Antonio, tú me conoces sobradamente y sabes, a pié juntillas, mi manera de pensar, por lo tanto te voy a responder con un simple ejemplo del buen hacer que siempre ha existido en mi casa y en mi familia.

Observando que diversa gente, sentada en mesas colindantes a la nuestra, nos estaban observando y habían cesado en sus conversaciones, para estar un tanto pendientes de la nuestra, para no defraudarles, opté por seguir contándole el ejemplo sin dilación alguna – Amigo Antonio, tú me conoces bien y también conociste a la buena de mi difunta esposa – prosiguiendo – Cuando mis hijos eran menores y todavía iban a la escuela primaria, al terminar del colegio y llegar a casa, ya era la hora de que merendasen. Mi mujer, con todo el cariño propio de una madre, les preparaba la merienda y lo hacía por un motivo sumamente elemental – continuando – PORQUE SI LES ENCENDÍA EL TELEVISOR CON UNA PROGRAMACIÓN INFANTIL, ERA SEGURO QUE ESTARÍAN DISTRAIDOS, PERO SI NO MERENDABAN ERA SEGURO QUE CONTINUARÍAN TENIENDO HAMBRE – y terminé diciéndole a continuación – Mientras tengamos recortes en Sanidad, Enseñanza y en tantos otros servicios esenciales e indispensables para la ciudadanía y que además, tenemos sobradamente pagados de antemano con nuestros impuestos, les pueden dar morcilla a la Fiesta del Aire y a tantas otras que también suele promocionar la Administración – terminando – y no entro en el tema de si se le reclama o no, al Sr. Millet que devuelva todo lo sisado, que es mucho y ya es hora de que lo haga. Y de eso, ya hace días que no se habla. Posiblemente se trate de un tema que es mejor “no meneallo” por parte de mandatario alguno.


Mi amigo Antonio, viendo que el personal de las mesas colindantes nos miraba mientras ponían cara de poker, me dijo – Amigo Manel, te acabas de quedar con toda la concurrencia – a lo que le respondí – No amigo Antonio, simplemente te he dicho lo que yo pienso y lo que hago al respecto. Los demás que usen también su libre albedrío y hagan lo que crean oportuno o les apetezca, que según podemos ver ya lo hacen. Todos somos mayorcitos y tenemos los mismos derechos para ello, lo mismo que tenemos el derecho de poder ver las cosas bajo nuestro propio prisma y exponerlo así.

Y seguí con mi cerveza, además invité a mi amigo y seguimos charlando de otras cosas más personales. Mientras nos bebíamos las cervezas y saboreábamos unas tapas, observamos que algunos de los presentes seguían mirándonos con cara de poker.


Saliendo del bar, nos despedimos y marchamos a casa, cada uno por nuestro camino, mientras en el cielo, seguían rugiendo, más y más, los motores. Yo creo que se gastó toda la gasolina ahorrada con las limitaciones de velocidad, o posiblemente mucha más, ya que estos aparatos son algo menos ecológicos que los antiguos seiscientos. Con lo cual creo que el Ayuntamiento, promocionando los vehículos eléctricos, nos está vendiendo el chocolate del loro, ya que lo que podemos ahorrar, muy lentamente por un lado, lo malgastamos vertiginosamente por otro, en un par de horas al año solamente y siendo, además, plenamente conscientes de que ello es así.

Mientras caminaba hacia mi casa, llegué a la conclusión de que, verdaderamente, sí había habido una invasión, pero no en aquel preciso momento, pues ésta ya se había iniciado muchos años atrás. Se trataba de una invasión que promocionase la conformidad ciudadana. Maquinada y perpetrada con suma lentitud, pero con la total y absoluta precisión para que diese el resultado apetecido. 

Adiós, ahora me marcho a ver las noticias y consultarlas con la almohada para sacar nuevas conclusiones, ya volveré cuando las tenga.

Manel M.

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